domingo, 31 de enero de 2016

Tusk (2014)

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De manera muy coherente con el que ha resultado ser mi apodo y mi username en internet hace ya un buen tiempo, una película cuya premisa fuera que convertían quirúrgicamente a un tipo en morsa y que además fuera una comedia de terror resultaba muy atrayente. Sin embargo, del mismo modo en el que la premisa de una película puede hacerla muy poco atractiva como en el caso de It Follows, uno también puede terminar viendo una película muy mala solo porque la sinopsis comulga con el propio sentido de la ridiculez. Dicho esto, debí haber sabido que esta película no me iba a gustar porque personalmente encuentro a Kevin Smith intragable y Clerks es una de las películas más insulsas y sobrevaluadas que he visto. Tenía mis esperanzas depositadas en Michael Parks, en Johnny Depp y en la papa rellena en la que se ha convertido Haley Joel Osment diciendo “something weird-ass this way comes” pero, para mi sorpresa, la mejor actuación de esta película la recibí de la exdiva de Telemundo Génesis Rodríguez. Los efectos especiales, aunque bien ejecutados, son tan ridículos que son casi tan risibles como el acento francés del personaje de Johnny Depp, fácilmente el peor jamás visto en la historia del cine. Consideremos, por un momento, que esta es la primera  película de una trilogía en la que está trabajando Kevin Smith de películas de terror/comedia que transcurren en Canadá y se alimentan fuertemente de clichés ridículos y la búsqueda constante de seguir generando culto en sus seguidores, que la segunda película, a estrenarse en el festival Sundance de este año, tiene como protagonistas a las anodinas hijas de Kevin Smith y de Johnny Depp haciendo de clerks (empleadas) de una tienda, y la tercera ha sido descrita por el mismo director como “Jaws, pero con un alce”. Soy de las amantes del terror que disfrutan los blockbusters en los que hay poca trama y muchos muertos, villanos poco creíbles y situaciones en las que provoca meterse en la escena y cachetear a la tarada que sale en paños menores a un bosque solitario en la mitad de la noche a gritar “¡¿quién anda ahí?!”, por lo que entiendo que hay una especie de pacto tácito entre el espectador y el director que presenta un universo en el que muchas veces hay reglas distintas a la realidad y muchas veces el desagrado del espectador hacia la película sucede porque el primero no logra conectarse con el universo de la segunda. Entiendo, también, que en una película de terror/comedia, en la que se combinan dos de los géneros más difíciles de ejecutar adecuadamente, hay aún más reglas a romper y más lugar para el absurdo. Sin embargo, tengo que decir que en el caso de Tusk las reglas caen tanto en la esfera de lo estúpido que es difícil para el espectador conectarse y no sentirse tratado como, bueno, un estúpido. Hay mejores formas de perder 105 minutos de la vida, como leer la página de artículos raros en Wikipedia. Corolario: El villano de Tusk es un Huérfano de Duplessis, una historia mil veces más terrible que la película sobre cómo miles de niños en orfanatos terminaron falsamente diagnosticados con enfermedades mentales para ser encerrados en instituciones mentales para que sus directores católicos obtuvieran más fondos del gobierno. Eso sí fue realmente escalofriante.

domingo, 24 de enero de 2016

V/H/S (2012)

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El género del found footage, tan trillado y que según algunos está reviviendo el cine de terror, engendró V/H/S, entre muchas otras de las cuales más probablemente el lector habrá visto The Blair Witch Project o la intragable saga de Paranormal Activity. Envidio de verdad a las personas que se asustaron con esas dos películas. Envidio la conexión que logran con un grupo de insensatos hiperventilando con una cámara en la mano mientras documentan su inevitable perdición. Sin embargo, me parece que, sin ser una gran película, el formato de antología de V/H/S es mucho más efectivo en la forma literal de “material encontrado” para impactar al espectador, y para contar varias historias de distintos directores, cada una con sus puntos fuertes y momentos aburridos. Está estructurada como una narración enmarcada cinematográfica en la que hay una historia que encuadra las demás, la de un grupo de tarados que se dedican a actividades saludables como agarrar mujeres por la calle para desvestirlas en cámara, filmar encuentros sexuales sin consentimiento y vandalizar casas abandonadas, dirigida por Adam Wingard, quien fue anunciado recientemente como el futuro director del largometraje estadounidense basado en el manga japonés Death Note. Un cliente anónimo les hace el encargo de irrumpir en una casa y encontrar una cinta de V/H/S que le interesa y, por supuesto, los tarados recorren la casa y comienzan a revisar las cintas una por una mientras sobrevienen los desastres. Las demás historias contadas en V/H/S son las de cinco cintas, cada una un tipo distinto de found footage. La primera, mi favorita, es un patético intento de un grupo de protomachos que le cuelgan unas gafas con cámara y micrófono al espécimen más tímido, con la mala suerte que una de sus conquistas termina siendo un súcubo muy fiel a las descripciones medievales. El abordaje de David Bruckner me dejó con la curiosidad de explorar otras películas suyas como The Signal, y con la expectativa del spinoff de la historia del súcubo, también protagonizado por Hannah Fierman. La segunda, sobre un viaje de un par de recién casados con menos gracia que un gato de porcelana, tuvo el efecto contrario por su narración aburrida y final insulso, y me hizo dudar de ver películas de Ti West que tenía en lista como The Innkeepers, The ABC’s of Death y The Sacrament. La tercera, del director de horror comedy Glenn McQuaid, recupera el ritmo de V/H/S a pesar de ser una mini-slasher con la premisa interesante pero pobremente ejecutada de un asesino misterioso en un bosque que solo puede ser observado como un error de fotografía en cámara. La cuarta, dirigida por el papá del mumblecore Joe Swanberg, está planteada en un formato interesante que comparte con el largometraje Unfriended. Es una historia de terror narrada a partir de la pantalla de un computador y la conversación vía videochat de una pareja, con buenos sustos y un final un poco tirado de los cabellos pero, al menos, propositivo. La última historia es como montarse en una montaña rusa, llevando a los adolescentes insensatos que la protagonizan de un comienzo muy lento a varias secuencias muy intensas visualmente de la mano del cuarteto de directores Radio Silence, que pasaron de hacer una serie de videos interactivos a realizar el largo de terror Devil’s Due, también found footage y estrenado en el 2014. Más que ser una buena película, el aporte de V/H/S está en mostrar diferentes tipos de narrativas a partir de un mismo género, que si bien tienen en común las fallas técnicas, la respiración agitada, la cámara movida y una ruptura particular de la cuarta pared, distan mucho de ser las mismas historias. Por otro lado, es una especie de “menú de degustación” de diferentes directores para explorar más y más películas del boom del cine de terror de las últimas décadas.

martes, 19 de enero de 2016

Psycho (1960)

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Tengo que admitir, con pena, que he sido pésima para Hitchcock. De hecho, esta es la segunda película suya que logro ver completa en toda mi vida sin dormirme. Sin embargo, como la vi en función del ejercicio de ver más cine de terror con ojo crítico, tengo que decir que siento que descubrí un mundo nuevo. Hasta el momento no había comprendido el genio que fue Hitchcock, y lo mucho que aportó al cine de terror en narrativa y técnicas cinematográficas. Podría, incluso, afirmar sin miedo a equivocarme que a esta película le debemos todo el género de slasher y una buena parte del cine de terror moderno, en el que una amenaza humana pero desconocida para el espectador causa la muerte violenta de varias personas. Hay que reconocer la maestría de Hitchcock que, cansado de realizar grandes blockbusters con un amplio presupuesto y reconocidos actores, decidió filmar esta película basada en una novela relativamente desconocida inspirada a su vez en el recientemente capturado asesino en serie Ed Gein de la mano de un equipo de rodaje que hasta el momento solo había realizado televisión junto a él. La realizó a pesar de la poca fe que le tenía Paramount, y del presupuesto que le fue otorgado, tan reducido que casi le cuesta la participación de Bernard Herrmann, el compositor de la icónica banda sonora a la cual Hitchcock le atribuyó un tercio de la atmósfera de la película. Entre las tantas formas en las que esta película ha influenciado el cine de terror de los siguientes 50 años se puede ver la clásica protagonista femenina convencionalmente atractiva e ingenua, una relación enfermiza y controladora entre madre e hijo, un lugar misterioso en la mitad de la nada que debería ser inofensivo y resulta ser testigo de actos atroces. Entre la forma de abordar el terror y la narrativa cinematográfica de Hitchcock crearon un definitivo clásico, podría decirse el papá de las películas de terror, imperdible para quienes quieran comprender y apreciar el género moderno o simplemente ver una buena película clásica.  

-Si no ha visto la película y no quiere spoilers, lea hasta aquí.-

  Psycho marcó, genuinamente, un antes y después en el cine de terror, principalmente porque desligó el género de los fenómenos sobrenaturales y lejanos a la persona común, revelándole al público un villano que podía ser cualquier persona.  De hecho, en la novela en la que está basada la película, el personaje de Norman Bates es mucho más desagradable físicamente, lo cual revela al lector su condición de villano. Al representarlo como un joven común y corriente, el público jamás espera de él algo tan tabú incluso en esta época como una enfermedad mental, si bien es la muy trillada “personalidad múltiple” o, más correctamente, Trastorno de Identidad Disociativo o DID por sus siglas en inglés. Se comenzó a hablar de este trastorno como independiente de la esquizofrenia en el DSM-II publicado en 1968, con el nombre de “neurosis histriónica del tipo disociativo”, pero aún no ha dejado de ser una controversia en comunidades más allá de la psiquiátrica. Existe más como recurso narrativo en cine y literatura y como atenuante en el contexto judicial que en la realidad como un trastorno observable. Sin embargo, Hitchcock fue uno de los primeros en utilizarlo como plot twist para crear uno de los más impactantes en la historia del cine, abordando la temática de la enfermedad mental desde el diagnóstico del personaje de un psiquiatra, que incluso desmiente que Norman Bates sea un travesti porque utiliza la ropa de su madre. Corolario: No me extiendo sobre la escena de la ducha porque no hay mucho que pueda decir que no haya sido dicho antes: que es icónica, que no se ha hecho aún una escena que tenga un efecto tan profundo en el público (y no solo: la actriz Janet Leigh se bañó únicamente en la tina hasta el último día de su vida), y que Hitchcock es un genio, entre otras cosas, por lograr que la censura morronga de la época se centrara en estolideces como que se filmara cómo se jalaba la cadena de un inodoro por primera vez en la historia para permitirnos ver la primera muerte violenta jamás mostrada tan directamente en una película.

domingo, 10 de enero de 2016

It Follows (2014)

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Esta película es el segundo largometraje de David Robert Mitchell y el primero de terror, que debutó en Cannes en mayo de 2014. Influenciado por los maestros del terror George A. Romero y John Carpenter y clásicos como The Thing, The Shining y Creature From The Black Lagoon, creó a partir de sus pesadillas infantiles una de las películas de terror más únicas que ha visto la última década con una premisa muy básica y nada atractiva, tanto que el director rehusaba comentarla en entrevistas antes del estreno. Tengo que confesar que vi esta película más por verla en las listas de películas de horror imperdibles del año pasado, porque la sinopsis es bien sugestiva y no en el buen sentido: la protagonista se ve, de repente, contagiada por una maldición de transmisión sexual. Es muy fácil realizar el paralelo y decir que es una alegoría de los peligros que representa el sexo sin protección, enfermedades de transmisión sexual, etc. pero incluso sabiendo que el mismo director ha dicho que no hay ninguna alegoría, hay una reflexión que me queda de esta película más allá de su atmósfera perturbadora y narrativa sobresaliente. Me queda la sensación de que esta historia puede ser un referente ante una educación sexual de la que no se habla, no se da y a veces no se aprende. La que mejor lo explica es Daysha Edewi de Buzzfeed en el video “Lo que quisiera que me hubieran dicho antes de tener sexo” en el que explica la experiencia muy real de no tener idea de qué significa realmente tener sexo seguro, porque el único mensaje que recibimos al respecto a lo largo de nuestra adolescencia es “siempre use condón y NUNCA se embarace”, si es que recibimos algún tipo de educación sexual. Sin embargo, nadie habla de las secuelas mentales que puede dejar un encuentro sexual con una persona que te lastima, bien sea en el contexto de sexo casual o en una relación, que sucede y es una ocurrencia cotidiana. La maldición de la protagonista de It Follows, en la forma de una persona cualquiera que solo puede ver el afectado, que lo sigue a paso lento y que, de alcanzarlo, le ocasionará una muerte horrible, me parece que, más que ser una metáfora para herpes y clamidia, lo es para la ansiedad que causa haber entregado el propio cuerpo y la intimidad a quien no lo respeta, la carga de recelo que se queda con quien ha sido traicionado y que recibirá la siguiente persona de la que desconfíe para evitar ser traicionado de nuevo. Quisiera elaborar un manifiesto feminista sobre cómo es necesario construir una sociedad en la que sexo no equivale amor y el valor de una mujer no se mide en cuántos hombres ha aceptado o rechazado, pero el ser lastimado por una persona a quien se le ha abierto el propio cuerpo y la propia mente es una experiencia universal que no discrimina género ni contexto. Mi recomendación es que vean esta película porque logra, con una música incidental mínima, planos subjetivos minuciosamente elaborados y actuaciones creíbles, evocar grandes clásicos del cine y narrar una historia que no solo da para buenos sustos e imágenes que se quedan en la mente del espectador, sino también hacerlo pensar sobre las maldiciones que nos siguen a todos a paso lento, y en cómo una simple conversación puede ser más efectiva para protegerse que un condón o una pastilla.

sábado, 9 de enero de 2016

The Cabinet of Dr. Caligari (1920)

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Muy fácilmente esta es la película más vieja que he visto. Le jalo muy poco a los clásicos, he visto creo que una sola película de Chaplin y el cine mudo me aburre. Sin embargo, The Cabinet of Dr. Caligari me abrió la puerta a fijarme en detalles nuevos y emocionantes y a admirar el talento para la narrativa de los directores de cine mudo, que con mínimos recursos son capaces de contar una buena historia. El Expresionismo alemán fue un movimiento artístico surgido antes de la Primera Guerra Mundial que alcanzó su cumbre en 1920 y se extendió a la arquitectura, el baile, la pintura, la escultura y el cine. Aquí tuvo un éxito particular por el aislamiento cultural de Alemania debido al veto de películas extranjeras en 1916 y a la inflación, que aumentó la demanda popular del cine. Al levantarse el veto, sumado a la disminución de la germanofobia causada por la guerra y el boom en la industria del cine alemana, ya existía en este país un próspero universo del que surgieron las primeras películas de terror en la historia, entre ellas The Golem, Nosferatu y la primerísima primera, The Cabinet of Dr. Caligari. Como parte de un movimiento cinematográfico con raíces muy profundas en el expresionismo pictórico, la escenografía, muy teatral, recuerda en sus proporciones a Blick in eine Gasse de August Macke y Apokalyptische Landschaft de Ludwig Meidner, está llena de figuras abstractas a lo Kandinski, de estructuras puntiagudas a lo Mathias Goeritz y hasta un retrato de Cesare el Sonámbulo que parece hecho por Otto Mueller o Karl Schmidt-Rottluff. Tanta referencia solo para que se hagan una idea del trabajo de dirección de arte que hay detrás de esta película y de que es solo uno de los muchos elementos de los que hacen uso Robert Wiene y Hermann Warm para contar una historia en la que, de frente, lidian con los temas de la locura vs. la cordura y la percepción subjetiva de la realidad mientras hacen un guiño nada sutil a la obediencia ciega del pueblo alemán al señor del bigote pequeño y a la necesidad de un dictador a quién seguir como sonámbulos.  
-Si no ha visto la película y no quiere spoilers, lea hasta aquí.-
  EL PLOT TWIST. La última secuencia de la película, en la que muy a lo David Lynch todo era la ilusión de un loco, me dejó con la sensación de querer repetir la película completa. El protagonista se había armado toda la historia con elementos de su cotidianidad en el asilo del cual el nominal Dr. Caligari era el director, es fácilmente el mejor recurso de esta película para justificar la historia. No solo le da un sentido narrativo a la escenografía, sino que lleva al espectador a cuestionarse de nuevo toda la historia. Con todo y lo que me enamoró del expresionismo alemán en pintura y escultura, mi amor es para los escritores, Hans Janowitz y Carl Mayer, por una obra cinematográfica tan temprana en la que dejan tanto tan bien dicho.

viernes, 8 de enero de 2016

What We Do In The Shadows (2014)

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Hay algo con Nueva Zelanda que ha permitido que salgan películas de terror tan grandiosas de ahí. Desde Strange Behavior en 1981, pasando por las óperas magnas de Peter Jackson Bad Taste y Braindead hasta el boom de los últimos 10 años, le han dado al mundo películas de terror de las que uno recuerda y repite por años. Hace mucho no me reía tanto como me reí con What We Do In The Shadows, la película de Jemaine Clement, mitad de Flight of the Conchords y Taika Watiti, director de Boy y del corto nominado al Oscar Two Cars, One Night. Además de dirigir y escribir la película, interpretan los papeles protagónicos junto a Jonathan Brugh y Ben Fransham como cuatro vampiros de diferentes épocas y edades que comparten una casa. Las secuencias cotidianas son para ahogarse de la risa y el formato está tan bien ejecutado que me encantaría verlo en una serie, más que en una película. El mockumentary, que tiene sus raíces más lejanas en obras como la transmisión por radio de The War of the Worlds de Orson Welles y Las Hurdes: Tierra sin Pan de Luis Buñuel, son una ficción contada como un documental con todos sus recursos: entrevistas, un tono selectivamente dramático o cómico y alguna que otra dramatización intencionalmente mal hecha. El primer mockumentary fue A Hard’s Day Night, 87 minutos de las aventuras ficticias de The Beatles escapando de las fans y viviendo su vida a lo largo de algunos días. Sin embargo y a pesar de existir mockumentaries de los 70’s, no fue hasta This is Spinal Tap en 1984 que el género despegó y sus escritores Christopher Guest y Eugene Levy marcaron la pauta con Waiting for Guffman, Best in Show y A Mighty Wind, definiendo el género por completo a partir del tono cómico, los diálogos casi totalmente improvisados por los actores y la ausencia de recursos de comedia como las risas pregrabadas. Otro gran mockumentary de los primeros 90’s fue Forgotten Silver, coincidencialmente también neozelandés y dirigido por Peter Jackson apenas tres años después de Braindead. Poco tiempo después se convirtió en un instrumento magistralmente ejecutado por grandes comediantes para la sátira y la parodia, de los cuales probablemente los más famosos sean Dark Side of the Moon y Borat. En el caso particular de What We Do In The Shadows, los directores aprovechan los choques contextuales a los que se enfrentan a diario seres que llevan siglos viviendo, metiendo en la mezcla los sesgos culturales de la época, su relación entre sí, con la tecnología, los humanos y otros seres como zombies  y hombres lobo. Afortunadamente tengo en cola varias películas neozelandesas del 2014 y el 2015, pero quedé con ganas de todo por esta película, de que haya una secuela, una serie, lo que sea. Me faltó más y no pasará mucho tiempo antes de que la vea de nuevo.

jueves, 7 de enero de 2016

Videodrome (1983)

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Terminé viendo esta película más por casualidad que por otra cosa, aunque no me puedo negar a Cronenberg, menos si están involucrados James Woods y Debbie Harry. Cronenberg es el papá del body horror, un género basado sólidamente en la destrucción o degeneración del cuerpo a partir de enfermedades, mutaciones o mutilaciones, mucho más cercano a cada uno de nosotros que un fantasma o un demonio. Cronenberg ya tenía encima joyas del género como Rabid, The Brood y Scanners (la de la infame escena), y se consagró en la combinación de body horror y tecnología tres años después con The Fly. Videodrome es, en sus palabras, uno de los guiones más extremos que haya escrito, aunque la versión fílmica es mucho más light que el guión original, desarrollado a partir de su propio miedo infantil de sintonizar por televisión algo que no estuviera hecho para el público. Max Renner, en su búsqueda de material nuevo para el canal sensacionalista en el que trabaja, se encuentra con una transmisión de lo que él piensa que son videos falsos de asesinatos y tortura. Después de descubrir que es snuff real inicia una plétora de imágenes y sucesos extraños, desde la psiquiatra sadomasoquista con la que se enreda hasta la relación que crea con el filósofo Brian O’Blivion y su visión de un mundo en el que la televisión reemplaza todo aspecto de la vida cotidiana. Súmenle un hueco en el abdomen que traga cintas como un VHS, una mano-pistola de carne, alucinaciones, paranoia y asesinatos, y tienen Videodrome. En 1983 la televisión era todavía algo relativamente nuevo y era fácil predecir que iba a acaparar una parte sustancial de la vida del hombre moderno, que iba a cambiar su forma de percibir y relacionarse con el mundo, por lo que mi aspecto favorito de esta película es cómo refleja, en el lenguaje deforme y crudo de Cronenberg, el miedo del mundo a una revolución desconocida, a temer el universo incontrolable que pudiera contener un aparato cotidiano. El gran aporte del director es, creo, que se esfuerza por mezclar muy escuetamente el terror corporal con elementos habituales, una especie de equivalente cinematográfico a lo que hizo Palahniuk con Haunted, para dejarlo a uno pensando en cuántos objetos de los que tiene en su propia casa pueden albergar peligros que la imaginación de cualquier pobre cristiano jamás podría concebir.